Red Rocket (2021) de Sean Baker

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Gillian Turner ______

Mikey regresa de Los Ángeles a San León, TX – un pueblo pintoresco que da al océano, parte del Condado de Galveston – sin equipaje, de hecho con tan solo la ropa que trae puesta. Mikey tiene un único talento y un único atributo físico y ha explotado ambos al máximo durante 20 años. Es un actor porno, ahora maduro, y ha tenido que salir apresuradamente de Los Ángeles por líos de dinero, traición, faldas, lo de siempre.

San León se conoce como un lugar apacible, con palmeras en las avenidas, cómodas casas con vista al océano, buenos restaurantes, algo de pesca turística. Nada de eso sale en la película.

Mikey camina desde el terminal de autobuses hasta la casa donde vive Lexi, su esposa de quien se separó hace tiempo, y Lil, la suegra. Es una casa pequeña, fea, destartalada, más cerca de la refinería local que del océano. Logra que las mujeres le dejan quedar a dormir en el sofá, solo si ayuda a pagar la renta. Pero su pasado en “el negocio del entretenimiento” no le ayuda a conseguir chamba. Una vieja amiga le da chance entrar al negocio del narcomenudeo con la condición de no vender marihuana a los “hard hats”, los que trabajan en la refinería. Mikey por supuesto no le hace caso. Mientras más gana, mejor se lleva con Lexi y Lil. Ve televisión con Lil (aunque le roba sus ensures), y se mete a la cama con Lexi. Además, trabaja en un nuevo proyecto: en una tienda de donas conoce a una apetecible chica, de nombre “Strawberry”, a punto de cumplir los 18 años, y con un apetito sexual insaciable. Mikey planea prepararla, llevarla a Los Ángeles y proyectarla como una nueva e impactante estrella porno. Sueña con recuperar carrera, fama, y dinero.

La acción de la película cubre el mes que vive Mikey en San León. Al terminar el mes calcula tener suficiente dinero ahorrado para llegar a Los Ángeles, presentar a “Strawberry”, apropiadamente ataviada, a los directores de cine porno, y retomar su vida. Está convencido del éxito de su plan. Tristemente para él, sus ilusiones se esfuman, su dinero desaparece, Lexi y Lil lo traicionan. Camina de regreso al terminal de autobuses, con la misma ropa con la que llegó, sin equipaje, sin dinero más que para comprar un boleto de regreso.

“Qué película más fea,” me dijo un señor al salir del cine. No, no es una película bonita. Los personajes son casi todos antipáticos. No hay lealtad, ni solidaridad, ni empatía. Mikey traiciona feamente a Loni, su único amigo, y el único con una pizca de decencia. No hay final feliz, ni una banda sonora inolvidable (aparte del muy apropiado tema: “Bye, bye, bye” de NSYNC), ni hermosos paisajes. La casa de Lil y Lexi tiene poco que ver con esas casas espaciosas y bien equipadas que acostumbramos ver en las películas norteamericanas. La película se filmó con énfasis en colores crudos, sin matices, sin claroscuros; no hay sombras, ya que en esta película no salen árboles. El pesadez del ambiente es palpable.

Sean Baker, neoyorquino nacido en 1971, dirigió Red Rocket, co-escribió el guion junto con Chris Bergoch su colaborador en varias obras anteriores, hizo el casting, editó la película y fue uno de los productores. Si hermana menor, Stephonik, hizo el diseño de producción y la ambientación. La película fue nominada para la Palma de Oro en el Festival de Cannes, 2021.

Si fuera más divertida, podría ser una buena comedia. Si hubiera más contraste entre los personajes (con una notable excepción, todos son avaros, egoístas, traicioneros), podría ser un buen drama. Podría ser un cuento con moraleja, pero no existe el moral en esta historia. Y el final es todo menos conclusivo – en eso sí parece a la vida real.