Noches de Fuego (2021) de Tatiana Huezo

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Gillian Turner _______

Unas niñas viven, juegan y van a la escuela en una población remota entre los cerros y las montañas mexicanas.  Sería una vida idílica, si no fuera por un presentimiento de amenaza latente y omnipresente.  Las niñas viven en una comunidad compuesta principalmente por mujeres. La mayoría de los hombres han ido a trabajar en Estados Unidos. Los que quedan trabajan en una cantera cercana dinamitando y despedazando la roca; o trabajan para el narco dirigiendo la cosecha en los campos de amapola.

Los primeros créditos de la película tienen como fondo el sonido de una respiración agitada y de manos que escarban. La primera imagen revela a Rita y su hija Ana haciendo un hoyo en la tierra atrás de su casa. Ana se acuesta en el hoyo para medirlo. Es suficientemente grande. Ahí es donde debe esconderse cuando llegan los del narco.

Para las niñas la vida en el pueblo transcurre explorando casas abandonadas tras la huida de sus dueños, la desaparición de una compañera de Ana quien deja su bicicleta tirada y sin dueña; y también risas, travesuras y juegos. Mientras juegan las niñas, las madres hacen lo posible para protegerlas. Rita lleva a Ana a cortarse el pelo, para que se vea menos femenina. Se enoja tremendamente cuando ve a su hija con los labios pintados (aunque sea con jugo de betabel).

Pasa el tiempo. Ana y sus amigas ahora son adolescentes. Siguen con sus juegos mientras van terminando la primaria en la escuelita del pueblo. El maestro deja la escuela antes de terminar el año escolar, por razones no explicadas pero bien entendidas.

Llega el convoy de camionetas negras levantando nubes de tierra, para reclutar a los muchachos, y para llevarse a las niñas. Ana se esconde de nuevo, en un hueco ahora más grande, escarbado en la tierra.

Al final atestiguamos la gran “noche de fuego” – violencia, incendios, destrozos – seguida por la huida de Rita, Ana y sus compañeras. ¿A dónde pueden ir? ¿Qué futuro les espera  a Ana, sus amigas, Rita su madre?

En Noche de Fuego no hay explicaciones innecesarias. Las imágenes son suficientes para entender el sentido de las acciones. Y las imágenes captan el temor que sienten las mujeres del pueblo, su resignación a lo inevitable, su manera de lidiar con la incesante amenaza de los narcotraficantes. A cualquier cuestionamiento de parte de alguien de afuera – como por ejemplo el maestro de la escuela – las mujeres responden con el silencio. Cuchichean entre sí, pero tienen como consigna nunca dar información.

El transcurrir de la acción se ve por los ojos de Ana y sus amigas, con imágenes a veces lúdicas, a veces amenazantes. Al principio de la película la cámara sigue unas hormigas atareadas llevando a una mariposa que han atrapado; luego aparece una alarmante culebra multicolor. Hay una imagen muy bella de un grupo de mujeres esparcidas por el cerro, todas con sus celulares levantados en alto, tratando de comunicarse con sus hombres ausentes.

Tatiana Huezo, nacida en El Salvador y radicada en México dirige Noche de Fuego, su primera película de ficción, basada en la novela “Prayers for the stolen” de Jennifer Clement. La excelente fotografía es obra de Dariela Ludlow. Los actores del elenco han sido seleccionados con gran tino, sobre todo las que protagonizan a Rita (Mayra Batalla), la madre; y las dos que interpretan el papel de Ana, como niña (Ana Cristina Ordóñez González) y como adolescente (Marya Membreño). La música – en su justa medida, nunca en exceso – es un producto más del talentoso dúo: Leonardo Heiblum y Jacobo Lieberman.

Noche de Fuego ganó tres premios en el Festival de San Sebastián de este año, y uno en el Festival de Cannes. Se exhibe en los cines de Cinépolis y Cinemex.