¿Es la revocación de mandato un avance democrático?

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César Velázquez Robles ___________

(Sinaloa).- Un buen amigo que me favorece con la lectura de mis textos, me escribe, a propósito del de ayer, para decirme: “En el debate que se dé,  hay que analizar qué va a ocurrir si AMLO pierde. ¿Se va a ir? ¿Hay riesgo de ingobernabilidad? ¿Estaremos preparados para todo ello? Hay que diseñar una estrategia en la que todos ganemos”. Ello me hizo recordar la lectura de un artículo reciente, “Desprecio de la ley y de la máquina”, de Jesús Silva-Herzog (El Siglo de Torreón, 21 de junio), en el que aborda algunos de los escenarios que podrían configurarse en la eventualidad de una renuncia del presidente. Ahí plantea, con relación a la forma de democracia participativa que se pondrá en juego el 21 de marzo de 2022, la revocación de mandato, que es una “figura que se ha insertado en el texto constitucional y que ha sido celebrada, sin mayor reflexión, como un gran avance democrático”. Y es que hay muchas cuestiones que tienen que dilucidarse antes, entre otras la relacionada con la ley revocatoria, cuyo plazo de aprobación ya se venció hace rato.

La revocación de mandato, dice el autor, “se desentiende de sus consecuencias, no atiende el problema que pretende resolver, agrava lo que dice solucionar”. Ya sólo esto, nos debería alertar sobre los riesgos de inestabilidad e ingobernabilidad que podría generar. Y aquí viene una primera consecuencia: “Si se trata de remover a un presidente que ha perdido respaldo popular, se le remplazará con alguien que no ha recibido un solo voto popular para ocupar la presidencia de la república. Se inaugurarían tiempos de costosísima inestabilidad. El ganador de la elección presidencial sería removido y sería remplazado por alguien que no ha obtenido un solo voto popular para ese cargo.”

Ahora, quién reemplazaría a AMLO? “Provisionalmente asumiría la presidencia quien presida en esos momentos el Congreso y en los siguientes treinta días, el mismo Congreso designaría al presidente que habrá de concluir el periodo. El país podría terminar el sexenio con un relevo de tres presidentes. Un presidente electo democráticamente entregaría el Poder Ejecutivo a quien se impusiera en las negociaciones cupulares entre los partidos políticos. Los pequeños partidos, esos que inclinan las votaciones en congresos divididos tendrían así el poder de imponer su voluntad para renovar la oficina más importante del país.”

Y concluye Silva-Herzog: Parece claro que al presidente lo mueve la ilusión de ganar una nueva elección. No es seguro, pero, tal vez, la gane. El problema no está ahí sino en el futuro. Un país que recupere la pluralidad política verá cada vez más improbable el escenario de un presidente con aprobaciones superiores al 50%. ¿Qué efectos tendría en el funcionamiento de la maquinaria presidencial si el escenario temporal se acorta de esa manera? ¿Qué alicientes quedarían para la colaboración si las oposiciones pueden apostar, desde el primer momento a acortar el gobierno de su adversario?”

Referéndum revocatorio y referéndum consagratorio

No es seguro, pero tal vez lo gane, dice Silva-Herzog. Es cierto. Es una posibilidad real. Y creo que si en este momento se realizará, no tendría problemas para ganarlo. Pero estamos a una distancia de ocho meses para la gran consulta, y en ese plazo muchas cosas pueden ocurrir. Hay un desgaste acelerado del poder, se cometen errores a troche y moche, y algunos de ellos a sabiendas, como el de culpar al nuevo (¿?) presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, de un tuit obsceno con el que trata de victimizarse. Súmese a ello los garrafales errores de conducción de la economía y de la lucha contra la pandemia, y se advertirá cómo la legitimidad presidencial se erosiona de manera acelerada. Pero, como bien dice José Carreño Carlón, podemos estar ante un referéndum revocatorio que puede convertirse en un referéndum consagratorio, ese mismo al que Hugo Chávez llamó referéndum reafirmatorio, y con el que gobernó hasta su muerte.

Bueno, mientras se esclarecen (el verbo que puso de moda la Suprema Corte) las condiciones legales de la eventual consulta por la revocación, el debate se empieza a animar. Haré para mis lectores un rápido resumen de una de las posiciones que creo interesantes en el propósito de tener más elementos para la reflexión.

Jorge Zepeda Patterson dice en su artículo “Un candidato perenne”, que la consulta mantendrá a un López Obrador exultante porque le dará la justificación para hacer lo que más le gusta: candidatearse”. La revocación, añade, “es una apuesta segura para el presidente”; muchos ciudadanos, incluso sin estar de acuerdo con su gobierno, preferirían que concluyera su mandato sin contratiempos, y otros, que por temor a que un radical subiese al poder para concluir el mandato, preferirían apoyar al presidente. Y concluye: “Quizá el principal inconveniente de esta consulta, ahora y en el futuro, es que instaura en México prácticamente dos campañas presidenciales por sexenio: la primera entre varios contendientes, la segunda exclusivamente sobre el soberano.”

Revocación de mandato: “un soberano disparate”, dice Diego Valadez

Sin embargo, uno de los constitucionalistas más reputados, Diego Valadez, dice, en referencia a la revocación de mandato, en una postura que tiene importantes coincidencias con la planteada por Silva-Herzog, que de concretarse, sería “un soberano disparate”.

Habrá que seguir la pista de este debate. Sin duda, muy interesante.

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