El 5 de agosto de 1994, algo más que el «maleconazo»

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La Habana (Prensa Latina).-  El 5 de agosto de 1994 acontecieron en La Habana sucesos inéditos hasta entonces en los que las masas, con el líder histórico Fidel Castro al frente, rechazaron los intentos contrarrevolucionarios de protestas callejeras y actos vandálicos.

Coronel (r) Nelson Domínguez Morera (Noel) _______

Ocupó responsabilidades dentro de la Seguridad del Estado

Grupos de personas en su gran mayoría lúmpenes, antisociales, vándalos, salieron a las calles de La Habana como apoyo a secuestros de embarcaciones con fines de emigrar que estaban teniendo lugar por elementos delincuenciales instigados y pagados por lo que era la Oficina de Intereses de Estados Unidos.

Pero en aquel inolvidable día, también acaeció algo imperecedero no tan divulgado.

En el Edificio del ICRT, set de transmisión del programa «Hoy Mismo», en la noche de ese mismo día un panel de reconocidos periodistas cubanos integrado por el conductor Héctor Rodríguez y Rosalía Arnáez, Luis Báez, Susana Lee y Arleen Rodríguez entrevistan al líder de la Revolución sobre los acontecimientos acaecidos en el transcurso del día.

Ante una pregunta, Fidel asevera: «O se toman medidas efectivas y rápidas para impedir las salidas ilegales o nosotros suprimiremos obstáculos a cualquier embarcación que quiera dirigirse a Estados Unidos… Nosotros no podemos seguir siendo guardianes de las fronteras de Estados Unidos».

Sentado en el reducido auditorio junto a Enrique Román, en aquel entonces presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), le susurró: «esa frase se la oí decir en su oficina hace algo más de un año».

FUERZA Y ESTABILIDAD DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

Dando muestras de la fuerza y estabilidad de la Revolución cubana, al día siguiente, 6 de agosto, el máximo líder concurre a la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia, Ernesto Samper, y a su regreso al país, el día 11, realiza otra novedosa intervención televisiva dada la continuidad de las acciones enemigas.

Entonces declara que no se prohibirían las salidas del territorio nacional de toda persona que intentara emigrar al extranjero con medios propios, adecuados y seguros, pero que no llevaran niños o adolescentes en edad de enseñanza secundaria.

Se produce entonces un espectacular éxodo de salidas masivas por nuestras costas, sin trámite ni control alguno.

El gobierno de William Clinton, presidente de turno en Washington, titubea, vacila, envía como mediador al en esos momentos mandatario de México Carlos Salinas de Gortari, y tiene que iniciar conversaciones oficiales con nuestro gobierno el 27 de agosto en Nueva York, pero continúa predicando:

«La política migratoria de Estados Unidos no la decide Fidel Castro… Todos los balseros serán retenidos en la base de Guantánamo y no podrán entrar a territorio norteamericano».

Sin embargo, poco antes de los dos meses que transcurrieron después, casi todos fueron autorizados a permanecer en el territorio estadounidense, a excepción de algunos pocos.

La política migratoria norteamericana tuvo que ceder ante el flujo de migrantes promovido por sus propias campañas, los cuales se convirtieron en un bumerán en su contra, igual que ocurrió con anterioridad en Camarioca (1965) o en el Mariel (1980).