Badiraguato, elixir de AMLO

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El otro dato

Juan Chávez ______________

El presidente López Obrador visitará Sinaloa, para supervisar el avance en las obras de la carretera federal de Badiraguato, tierra del narcotraficante Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán.

Será la tercera ocasión que visite el poblado considerado una de las puertas del  llamado Triángulo Dorado, entre Sinaloa, Durango y Chihuahua, equiparado así por las autoridades estadounidenses con el Triángulo Dorado de Laos, Myanmar y Tailandia, otra región de fuerte producción de opio en los 70.

Badiraguato no es sola la tierra donde nació Joaquín El Chapo Guzmán y donde ya en una ocasión el tabasqueño saludó de mano a la madre del que fuera jefe del cártel de Sinaloa que ahora los Chapitos le disputan al Mayo Zambada.

Será este viernes que regrese a Badiguarato,  cuna de los más importantes narcotraficantes de México.

La obra de esa carretera federal es una obra secundaria que quién sabe por qué razón merece tanto interés para el Presidente.

Llegar a Badiraguato no es nada sencillo. Es la cuna de muchos de los narcotraficantes más célebres en la historia mexicana, lo que no es algo fortuito: desde hace casi 100 años se cultiva opio, y se exporta a Estados Unidos.

Rafael Caro Quintero, otro de sus hijos pródigos construyó una carretera que conectaba a Badiguarato con Culiacán, a 80 kilómetros de distancia–, pero el camino no está en buenas condiciones y es muy sinuoso.

El peligro de penetrar a la región es porque es una zona profundamente inmersa de narcotráfico como la mariguana, de donde el Cártel del Pacífico se estima saca sus gastos de operación cotidiana, por lo que hay halcones sembrados en todo el camino y para visitas como las del Presidente, se tiene que pedir permiso. Son reglas no escritas que se cumplen o se atiene uno a las consecuencias.

No se sabe cómo lo ha logrado López Obrador, aunque en esta ocasión tiene a su lado a un oriundo de Badiraguato, Rubén Rocha Moya, gobernador electo de Sinaloa, que compitió por Morena en un proceso salpicado por denuncias de la participación del narcotráfico a su favor. Rocha Moya es contemporáneo de otra de las celebridades negras del municipio, Juan José Esparragoza, El Azul, uno de los narcotraficantes con el cual casi todos los capos de las drogas en el país, aun quienes estaban enfrentados, hablaban con él como un reconocido. Los dos nacieron ahí en 1949, cuando la población apenas superaba los 14 mil. Otro de sus contemporáneos, Caro Quintero, nació tres años después.

No tiene mucho tiempo que el Presidente visitó Badiraguato, lo que le generó un escándalo que lo persigue. Fue a finales de marzo del año pasado cuando detuvo su camioneta para saludar de mano a la madre del Chapo Guzmán. No se sabe si fue espontáneo o negociado, pero ahí estaba convenientemente el abogado en México del narcotraficante, que le entregó una carta de doña María Consuelo Loera, quien le pedía que interviniera ante el gobierno de Estados Unidos para lograr la repatriación de su hijo.

López Obrador instruyó públicamente a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; al de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y al entonces titular de Hacienda, Arturo Herrera, junto con el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, reunirse con los abogados del criminal, quienes, según la misiva, les aportarían pruebas para demostrar que “había sido entregado ilegalmente” a las autoridades de ese país.

Lo que resalta son las señales que da L(i)opez con los cárteles de las drogas, que  son muy negativas. Previo a su primera visita como jefe de Estado al corazón mediático del narcotráfico en México, ordenó la liberación de Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, quien había sido detenido por una unidad especial de la vieja Policía Federal, apoyada por el Ejército, por una petición de extradición del gobierno de Estados Unidos. La liberación fue muy polémica, no sólo por la violación a la ley en que incurrió el propio Presidente, sino por los motivos reales que lo llevaron a la decisión de soltarlo.

Este viernes, en forma pertinaz, regresa a Badiraguato, lo que no lo ayuda, sino lo perjudica. López Obrador debe pensar que es menor el costo que el beneficio, pero debe saber que históricamente, está equivocado.

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